"Sin embargo, ser tan particular... a veces me llega a desesperar".
Para muchas niñas y niños en la primera infancia, hacer amigos no siempre es fácil, pero tampoco particularmente difícil. En ciertos casos, compartir juegos y juguetes se da sin mayor conflicto, pero en otros, aceptar a un “otro" como par forma parte de un proceso que cuesta un poco (o mucho) más. Sabemos que en los primeros años de esta etapa, el lenguaje está en pleno desarrollo, y a veces ocurre que muchos encuentran en los mordiscos, empujones y piñas buenas analogías de lo que aún les cuesta expresar mediante mensajes verbales. Y así es como entre gritos y lágrimas de los implicados, nos toca el trabajo de acompañar, educar, comprender y poner límites.
Nada fácil aunque tampoco exageradamente complicado.
Pero, ¿qué ocurre cuando las circunstancias son más complejas y adversas?
NO ES FÁCIL SER DIFÍCIL
Imagínense estar atravesando esta etapa, en la que las herramientas de socialización positivas que se incorporan son imprescindibles en la vida adulta, y además tener algún tipo de discapacidad. Tal vez una rápidamente identificable, como muchas discapacidades físicas, o una sólo evidente a la hora de relacionarse, como en algunas alteraciones del desarrollo cognitivo. O puede ser no tanto tener una discapacidad en sí misma, sino "simplemente" ser alguien neurodivergente (por ejemplo, Asperger) y un tanto atípico en las formas de socialización.
E imagínense, además, vivir con una discapacidad en una sociedad en donde aún hay que explicar qué significa inclusión y por qué es un derecho.
Hacerse de amigos ya parece algo un poco más difícil ¿verdad?
En nuestro cuento "Juli no puede escapar" (parte de la Colección El Desafío) nuestra pequeña amiga se enfrenta a un gran problema: quiere jugar en el parque con y como los demás, pero su presencia no es bienvenida por muchas de las nenas y nenes que allí pasan sus tardes. Juli vive dentro de una burbuja de la que es imposible salir (sí, así como lo leen) y cuando se acerca para jugar, todos se alejan. Y se quejan. Y eso es algo realmente difícil de soportar para ella.
Así es como vemos en esta historia a una niña que está cansada de estar atrapada en esa burbuja que la hace algo torpe, y a veces (no siempre) quisiera ser distinta a lo que es ahora; aunque sabe que eso no va a pasar jamás. Pero sus ganas de compartir y jugar y reír son más grandes, por lo que desarrolla estrategias, un tanto estrafalarias y siempre fallidas, para “encajar” y ser aceptada por esos antipáticos niños y niñas del parque, que siguen sin invitarla a participar de sus juegos.
Pero ¿es que acaso esta historia no nos muestra cómo esos pequeños egoístas pero de corazón perfectible, reflexionan y finalmente se dan cuenta de su error aceptándola como parte del grupo?
No.
Nuestro cuento tampoco trata sobre cómo hacer para adaptarse a las circunstancias, ni intenta romantizar una discapacidad. No trata tampoco de que haya que cambiar (necesariamente) cómo nos ven los demás o cómo nos vemos a nosotros mismos para así sentirnos mejor.
Trata, en cambio, de que así como los chicos y chicas del parque no saben ver a Juli, y sólo ven sus limitaciones, como si fuera rara, distinta y rota...
También existe alguien más, dispuesta a conocerla, mirarla a los ojos y reírse con ella.
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¡No pierdas la oportunidad de abrazar a Juli mientras la acompañas en sus historias!